Fue un primero de noviembre.
El viento soplaba con fuerza
advirtiendo que venÃa la Muerte,
mas nadie escuchaba tal rareza.
Unos viajaban en un vagón del metro;
otros, afortunados, ya estaban en casa.
Se sabe que todos estaban leyendo
los cuentos de una escritora rara.
La Muerte, que ya empezaba
a sentirse vieja y crujiente,
descubrió con agrado que estaba
absorta en internet toda la gente.
Todos leÃan halloweenescos relatos
en pantalla, teléfono o laptop.
Y la Parca, feliz, se los llevó sin molestarlos
pues sabe que siempre hay señal en el camposanto.